Mi cuento de hoy no tiene magia entre lineas, ni fotografía que le ponga algo de color. Es un cuento triste y desnudo cuyo final, si lo tuviese, no sería feliz.
Muchos países tienen pobreza, pero cuando hablamos de pobres siempre visualizamos países lejanos que poco tienen que ver con nuestro mundo civilizado. Pero yo los he visto en las calles de Florencia, con sus caras sucias esperando a la puerta de las iglesias e implorando durante horas una moneda besando el suelo.
Pero gente pidiendo dinero en la calle es algo a lo que bien acostumbrados estamos. Sin embargo, hoy he visto algo a lo que no estoy acostumbrada. Un hombre al lado del supermercado en el que suelo comprar estaba abriendo los cubos de basura, rasgando las bolsas y buscando comida. La cara que normalmente no se ve pero existe. Gente que no tiene que echarse a la boca puede ser vista en los países del primer mundo. Lo siento porque es injusto y porque hay alguien que no está haciendo su trabajo lo suficientemente bien como para, no solo borrar la visión en las calles de mendicidad y de prohibir a los pedigueños tumbarse en la calle, sino de evitar por una vez y por siempre que haya gente hambrienta que rebusque en los cubos de basura.
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