martes, 16 de noviembre de 2010

Scarpelli Mosaici

El mes de noviembre en Florencia es el mes del agua. Llueven gotas gordas y redondas que parecen no agotar nunca el cielo ni terminar de encharcar las calles. Los turistas que tuvieron la mala suerte de elegir sus vacaciones durante el mes de la lluvia compran paraguas a los vendedores ambulantes que se apostan en cada esquina. Yo, que tengo todavía cinco meses para jugar a ser turista, en lugar de resoplar bajo el paraguas con fastidio, me dedico a curiosear en las pequeñas tiendas y buscar, además de refugio,  pequeñas joyas florentinas.

Mi nuevo descubrimiento ha sido el pintoresco taller de Scarpelli Mosaici. Cinco maestros florentinos siguen realizando la costosa labor de realizar mosaicos con piedras -en ocasiones preciosas y/o semipreciosas- para realizar todo tipo de decoraciones y mobiliario. La tradición parece ser antigua y característica de esta bellísima ciudad italiana. 



Lo que más me impresinó fue una mesa de diez comensales en la que había invertidos casi cinco años de trabajo. La precisión de la ejecución y el diseño me dejaron perpleja; tanto o más que los particulares que recibieron el recibo después de finalizado el encargo. Aunque como todos sabemos, los ricos, ricos son y hay algunos para los que invertir en arte es todavía algo que merece la pena.

La otra pequeña joya de la exposición era un Murillo, que bien podría haber sido pintado, pero cuyas trazas están perfectamente perfiladas en piedras de diferentes colores. El año y medio que tomó hacerlo debe tener un precio que todavía no ha encontrado pagador, pero que no me cabe duda lo encontrará en algún momento. ¡Quién pudiese permitírselo!


Para aquellos que tengan curiosidad en conocer un poco más de este peculiar arte aquí tenéis la página web del sitio: http://www.scarpellimosaici.it/index_ing.asp 

jueves, 11 de noviembre de 2010

Le zanzare

Habíase una vez una casa vieja y solitaria que olía a producto de limpiar los muebles, polvo y soledad. En un rincón del baño vivía una pequeña familia de zanzare -o más conocidos universalmente por mosquitos- que trataban de escapar de la lluvia otoñal. Sobrevivir el duro invierno parecía una utopía porque sin comida morirían pronto.

Pero un buen día la puerta principal se abrió y tres estudiantes jóvenes y provistos con grandes maletas entraron. La familia de zanzare saltaron de alegría porque las provisiones para el invierno habían llegado. Desde aquel día en adelante los mosquitos hacían guardia, los muy listos, para ir a recolectar la dulce cena de los pieles pálidas venidos de Irlanda. Lo malo es que los jovencit@s empezaron a mosquearse y declararon una guerra abierta contra tal injuria.

Y así estamos por el momento, en batalla continua, unos por asegurarse la cena y otros por evitar los picotazos asesinos de estos insectos trompeteros. Los mosquitos han ganado muchas batallas; mi cara es un buen testigo de ello, pues de pronto parece que tengo un acné bien rojito y gordote. Han ganado batallas, pero habrá que ver quién gana la guerra.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Il Rumore

No olvidaré jamás aquella tarde soleada de verano en la que decidí coger el primer libro en inglés que leí -The secret garden- e ir al jardín botanico de Belfast a leer. Todo el mundo estaba disfrutando del sol en una enorme esplanada de hierba. El primer pensamiento que cruzó mi mente fue que la lectura se había terminado y que tendría que buscar otro sitio o volver a casa porque el ruido de tanta gente no me dejaría concentrarme. Pero el fastidio duró solo un momento porque en seguida pude comprobar que no había ruido. Todos charlaban, jugaban en el cesped, leían, pero no había ruído, solo un leve rumor que resultaba casi agradable.

Mi expresión de sorpresa tuvo que haber sido de fotografía. Después descubrí que eso no sólo sucedía en los parques. Una maravilla para mí que odio el ruido y que en España siempre acabo mosqueada en los bares porque no puedo oír a la persona que tengo enfrente.

Hoy en la escuela  de italiano había cuatro profesores juntos y no paraban de reir y hablar tan alto, tan alto, que no me podía entender con la secretaria. Mis compañeros irlandeses y la secretaría que es alemana parecían horrorizados por el hecho, ¿cómo es posible que cuatro personas sean capaces de hacer tanto ruido? A mi me han hecho reir mucho y me han hecho sentir en casa. Posiblemente empiece a odiarlo pronto, pero de momento me limitaré a disfrutar el regustillo de lo propio que me deja en los labios.

Y ahora es tiempo de otra italianada que no tiene nada que ver con la entrada salvo por el título, pero que aunque  a muchos nos pese, es un clásico de la música italiana:

martes, 9 de noviembre de 2010

Piove, Madonna come piove

Pensé que viniendo a Florencia me iba a escapar de la lluvia de Irlanda. Hoy lo único que he hecho -además de aprender un poco más de italiano- ha sido calarme hasta los huesos. Mamma mia, come piove! Aquí os dejo una canción muy graciosilla en honor a la lluvia que tanto gusta en perseguirme :) 

 

PIOVE
Piove, senti come piove
madonna come piove
senti come viene giu'!
piove, senti come piove
madonna come piove
senti come viene giu'!
Hai visto come piove,
senti come viene giu'

Tu che dicevi che non pioveva piu'
che ormai non ti saresti piu' innamorata
e adesso guardati sei tutta bagnata
e piove madonna come piove
sulla tua testa e l'aria si rinfresca
e piovera' fin quando la terra non sara' di nuovo piena
e prima o poi si rasserena

Piove, senti come piove
madonna come piove
senti come viene giu'!

Senti le gocce che battono sul tetto
senti il rumore girandoti nel letto
rinascera' sta gia' nascendo
ora senti che piove e il grano si migliora
e tu diventi grande e ti fai forte
e quelle foglie che ti sembravan morte
ripopolano i rami un'altra volta questa
e' la primavera sulla porta
e piove madonna come piove
e poi tornera' il sole a farci festa
senti com'e' che piove sulla tua testa

Piove, senti come piove
madonna come piove
senti come viene giu'!

Tu che credevi che ormai le tue piantine
si eran seccate e non sarebbero cresciute piu'
hai aspettato un po'
ma senti come piove sulla tua testa
senti come viene giu'
non eri tu che ormai ti eri rassegnata
e che dicevi che non ti saresti mai piu' innamorata
la terra a volte va innaffiata con il pianto
ma poi vedrai la pioggia tornera'

Piove, senti come piove
madonna come piove
senti come viene giu'!

lunes, 8 de noviembre de 2010

El cubo de la basura

Mi cuento de hoy no tiene magia entre lineas, ni fotografía que le ponga algo de color. Es un cuento triste y desnudo cuyo final, si lo tuviese, no sería feliz.

Muchos países tienen pobreza, pero cuando hablamos de pobres siempre visualizamos países lejanos que poco tienen que ver con nuestro mundo civilizado. Pero yo los he visto en las calles de Florencia, con sus caras sucias esperando a la puerta de las iglesias e implorando durante horas una moneda besando el suelo.

Pero gente pidiendo dinero en la calle es algo a lo que bien acostumbrados estamos. Sin embargo, hoy he visto algo a lo que no estoy acostumbrada. Un hombre al lado del supermercado en el que suelo comprar estaba abriendo los cubos de basura, rasgando las bolsas y buscando comida. La cara que normalmente no se ve pero existe. Gente que no tiene que echarse a la boca puede ser vista en los países del primer mundo. Lo siento porque es injusto y porque hay alguien que no está haciendo su trabajo lo suficientemente bien como para, no solo borrar la visión en las calles de mendicidad y de prohibir a los pedigueños tumbarse en la calle, sino de evitar por una vez y por siempre que haya gente hambrienta que rebusque en los cubos de basura.

domingo, 7 de noviembre de 2010

La tienda de Geppetto

He desarrollado una dulce pasión por los cuentos de niños. En especial por todos aquellos que anidan en las tradiciones de los pueblos y por los que han llenado mentes infantiles de fantasías durante generaciones. 

Hoy fui a dar mi primer paseo de placer por la bellisima Florencia y me he dejado llevar por las calles. La magia que tiene hacer eso es que tus ojos están más abiertos y, como no llevas un rumbo fijo, eres libre de pasar allá donde desees sin perturbar ningún plan. Gracias a eso, he visto la tienda de Geppetto, o al menos eso parecía. Tenía infinidad de Pinocchios y de relojes de madera colgados en las paredes con unos colores vivos y unas caras sonrientes. 

Todo el mundo ha crecido con Pinocchio y temido que su nariz crezca por mentir.  Pinocchio nació en las manos de un escritor florentino llamado Carlo Collodi que murió sin conocer la fama que su querida marioneta tendría y del que pocos se acuerdan cuando piensan en Pinocchio. Por eso le dedico esta entrada a Carlo Collodi y a todos los niños a los que les gustan las marionetas.